PASCUA DE RESURRECCION

Publicado en por Pastoral Universitaria UCNE

Tiempo Pascual

La experiencia de la manifestación divina en nuestra condición humana: Dios nos da su vida al resucitar a su hijo.

El camino Kerigmático o del anuncio del evangelio de Jesús, al servicio del reino entre los pobres, entre los marginados y en constante contradicción con el poder religioso y político opresor, terminó en el Dios vivo que se compromete por la vida, por la justicia, y que nos muestra el sentido verdadero del tiempo de pascua. La resurrección de Jesús a una vida nueva es la respuesta de su padre a la entrega total de su hijo a la realización de su voluntad.

El tiempo de pascua proclama la Buena Noticia de que Jesús, el Cristo, está vivo este es el núcleo fundamental de nuestra fe. Este tiempo nos hace caer en la cuenta de cómo culmina la manifestación de Dios que se ha revelado a través de las palabras, de las acciones, de las curaciones, de las confrontaciones con el poder imperante, en la muerte y, especialmente, en la Resurrección de Jesús.

El espíritu del Resucitado da fuerza a la comunidad cristiana para que siga trabajando por la liberación del ser humano y la construcción de otra iglesia más comprometida con las luchas de la humanidad que trascienden raza, etnia, color y religión. Es la lucha por la creación de convivencia en comunidad donde podamos expresar que realmente la paz de Dios está en nosotros.

Jesús, con su Resurrección, nos abre una nueva visión de la realidad y de los hombres y mujeres que en ella viven: visión de que es posible la victoria de la vida en Dios por encima de las estructuras de poder que oprimen y marginan a la humanidad; que es posible un estallido de vida divina en nuestra realidad humana. Esto es la cotidianidad de la Resurrección de Jesús, que sigue aconteciendo en los que son capaces de vivir en comunidad de hermanos.

La pascua es la experiencia de seguir a Cristo en fe real y vivida, fe encarnada y crear así una actitud existencial característica en que la comunidad cristiana de hoy se sienta peregrina por un mundo y una iglesia hondamente comprometida con la consecución del proyecto inaugurado con Jesús: el del reino y el reinado de Dios. Es la caminata hacia una meta no alcanzada, pero cierta en el corazón del creyente (esperanza), en una actitud que siempre requerirá de la adhesión histórica a ese Jesús que proclama su soberanía sobre la vida en fraternidad; que dice: La paz, mi paz, esté con ustedes.

Pascua es fiesta. La fiesta del paso de la muerte a la vida en Dios; del paso de la esclavitud a la libertad. Es la fiesta de la estampida del Amor de Dios por la humanidad, que implica un proceso de transformación, de conversión de cada persona, de cada comunidad humana, de cada estructura social y religiosa. La pascua, como el tiempo clave de la fe cristiana, es la máxima expresión de la esperanza de los seguidores de Jesús y del Dios de Jesús. Dios participa de las luchas, del dolor humano, y se hace solidario  con él a través del espíritu del Resucitado.

La celebración del tiempo pascual en nuestra realidad personal, comunitaria, eclesial y mundial, en esta tierra sufriente, tenemos que vivirla con la confianza puesta en el Dios que promete y se compromete con la historia humana. Creer en el Dios de la Resurrección es defender, en última instancia, la vida de los más débiles, de los pequeños, de los últimos, de los olvidados, de los silenciados. Creer en la pascua de la Resurrección es apostar por la reactivación del memorial de Jesús en el aquí y el ahora de la historia.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

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